ASÍ COMO DAVID DANZABA | Ebenezer (Letra y acordes)

“Cuando Dios restaura, el gozo danza en nosotros”

Cuando el Arca del Pacto regresó a Israel, David no pudo contenerse.
La presencia de Dios volvía a ocupar su lugar en medio del pueblo, y su corazón explotó en una adoración tan sincera que su cuerpo entero respondió.
Por eso “David danzaba con toda su fuerza delante de Jehová” (2 Samuel 6:14).
No era un movimiento externo: era el reflejo de una libertad interna.

Lo que provocó la danza de David no fue la música, ni la emoción del momento, sino la gratitud por lo que Dios estaba haciendo.
Cuando Mical lo criticó, David respondió con firmeza:
“Danzaré delante de Jehová… y aún me haré más vil que esta vez.” (2 Samuel 6:21–22)
Con esto David dejó una enseñanza eterna:
la verdadera adoración no busca aprobación humana; busca honrar a Dios con todo el corazón, sin reservas, sin vergüenza y con libertad.

Ese mismo espíritu aparece reflejado siglos después en el Salmo 126, donde el pueblo recuerda la fidelidad de Dios al restaurarlos:
“Cuando Jehová hiciere volver la cautividad de Sion, seremos como los que sueñan… nuestra boca se llenó de risa, y nuestra lengua de alabanza.” (Salmo 126:1–3)

La restauración de Dios produce un gozo tan grande que se escapa por la boca, por las manos, por los pies… ¡por todo el ser!
Cuando Dios restaura, nadie puede quedarse callado ni quieto.
El salmista lo reconoce diciendo:
“Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; estaremos alegres.”

David danzó porque la presencia de Dios regresó.
Israel cantó porque Dios restauró su suerte.
Y nosotros hoy adoramos porque el mismo Dios sigue actuando, sigue restaurando, sigue haciendo grandes cosas.

Por eso cantamos, nos gozamos y celebramos.
No es emoción vacía: es respuesta a un Dios vivo, fiel y poderoso que ha transformado nuestra historia.

La danza de David y el gozo del Salmo 126 nos recuerdan que la adoración verdadera nace de un corazón agradecido por la obra de Dios.
Cuando recordamos lo que Él ha hecho, nuestro espíritu se llena de risa, nuestra boca se llena de canto, y nuestros pies no pueden quedarse quietos.

Si Dios te ha restaurado, si Dios ha hecho grandes cosas en tu vida… entonces también tienes razones para danzar delante de Él.

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